Es el nombre de dos ciclos de preludios y fugas compuestos por Johann Sebastian Bach en todas las tonalidades mayores y menores de la gama cromática.
Es la pieza más conocida del conjunto. Se trata de treinta y cinco compases, donde la mayoría conserva una célula rítmica fija, repitiendo cada compás un arpegio sobre un acorde. No hay melodía; lo interesante son los acordes, su evolución, la progresión que los manda: en miniatura, esta obra es precursora de toda una cultura armónica que no se agota ni aún en nuestros días. Sigue un pequeño análisis de las cadencias usadas por Bach, al oído muy naturales, pero con secretos meandros en su íntima geografía musical.
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